Una de las hipótesis que más fuerza
cobró en tiempos del autor y que buscaba desentrañar los entresijos mentales
que habían dado lugar a la palabra hobbit es que este vocablo se asemeja a la
palabra inglesa “rabbit” (conejo en inglés) La clave según esta propuesta sería
que las criaturas de Tolkien se parecen a los conejos por gustarles vivir en
los agujeros de la tierra, ser sigilosos, por lo general inofensivos y de
estatura mediana y peludos. Desde luego se trata de una propuesta original
pero, como el propio escritor se encargó de aclarar en vida, completamente
errónea.
Lejos de lo que pueda creerse, la
palabra “hobbit” ya existía antes de que Tolkien le diera su propio y
definitivo relieve. Ya aparecía mencionada en The Denham Tracts, una colección de publicaciones populares de
mediados del siglo XIX, donde se recogía un amplio listado de criaturas mágicas
y sobrenaturales de los antiguos mitos anglosajones, entre las que figuran los
llamados “hobbits”, definidos aquí como una suerte de espíritus. Sin embargo,
los hobbits de Tolkien y los “hobbits” del Deham
Tracs poco tienen en común a parte del nombre.
Harto de tanta especulación, Tolkien decidió hacer un poco de luz lanzando una sugerencia de filólogo: la palabra hobbit bien puede responder a un término moderno para referirse a la palabra anglosajona “holbytla”, una palabra compuesta en la que “hol” significa “hole” (agujero) y “bytlian” hace referencia a “to live in” (vivir en). De este modo “holbytla” vendría a significar “habitante de un agujero”...