No dedicaré ni una sola línea de este artículo a desmontar leyendas negras sobre la España americana. Me limitaré a tratar la época en los mismos términos en que la historiografía trata otros procesos históricos similares, en los que no se dedican páginas y páginas ni a denuestos morales ni a justificaciones. En un libro escolar de primero de BUP que me vi obligado a utilizar hace un par de décadas se ofrecían tres ejercicios con textos a comentar por los alumnos referidos a las colonizaciones europeas durante los siglos XVI y XVII. El texto que hablaba de la colonización inglesa se titulaba “Los ingleses y el comercio”, el que se refería a la portuguesa se titulaba “Los navegantes portugueses”, y el que trataba de la española se titulaba “La crueldad de los españoles”. Pareciera que en el caso de España se le hace preciso al historiador convertirse en juez moral y construir sobre los datos toda una teoría de la maldad humana, personificada claro está en el tipo español, al parecer especialmente lascivo y sanguinario.
Otro ejemplo, esta vez de la Historia Universal del belga Jacques Pirenne. Hablando de las encomiendas (una especie de feudos) concedidas por la corona portuguesa a sus conquistadores señala únicamente que estos “estaban autorizados a cobrar diezmos” a los indígenas; pero al hablar de las encomiendas españolas en América parece verse obligado a puntualizar que en ellas “los pobladores quedaban sometidos a la esclavitud agrícola”.
Veamos otro ejemplo: un manual de historia antigua que me recomendaron en la universidad establecía diez factores que permitieron a Roma llevar a cabo la romanización de los territorios adquiridos: la ciudad, la ciudadanía, el derecho romano, la administración, el sincretismo religioso, el latín, el comercio, la esclavitud, el ejército y las calzadas. En ningún caso, ni siquiera al hablar de la esclavitud, hacía el manual reproche moral alguno; le bastaba con desbrozar los datos. Esto, obviamente, no ocurre con la España americana, sometida siempre a una revisión moral que, al parecer, no atañe a las demás potencias de su tiempo, ni a las de otros tiempos. Así, se obliga al historiador riguroso a entrar al trapo para matizar todas y cada una de las afirmaciones negativas sobre España, cosa que evidentemente no puede hacer sino refiriéndolas de nuevo. Por eso no perderé el tiempo; no rebatiré nada. Mi intención, como se verá, es de otra índole. Siguiendo el esquema de aquel manual de historia de Roma de mis años universitarios, me limitaré en estas líneas a referir y explicar, sin valoraciones morales, los diez factores que permitieron a España llevar a efecto la hispanización de América: las ciudades, el mestizaje, las encomiendas, el derecho de Indias, las instituciones asistenciales, la evangelización, la lengua y las instituciones educativas, las infraestructuras hidráulicas y las infraestructuras viarias.