lunes, 10 de mayo de 2010

La izquierda española... ¿ha perdido la cabeza?


Los últimos acontecimientos protagonizados por gentes de la izquierda están sacando a flote formas de proceder que recuerdan a lamentables tiempos pretéritos. ¿Qué esta pasando en las filas de la izquierda?
Que un ex fiscal anticorrupción acuse al Tribunal Supremo de albergar torturadores es una barbaridad. Si además se refiere a torturas supuestamente perpetradas hace la friolera de treinta y cinco años, como poco, entonces estamos ante un delirio. Y si aun se da la circunstancia de que el propio denunciante fue fiscal con Franco, entonces entramos ya en el esperpento. Esto es lo que está pasando con la movida pro-Garzón. Movida que, al mismo tiempo, ha servido de espoleta para que la ultraizquierda española estalle en defensa de la República, con el apoyo expreso del Gobierno de la nación, esto es, del Gobierno de la Corona. ¿Qué le está pasando a la izquierda española? ¿Por qué parece que ha perdido la cabeza?



La izquierda española ha conseguido algo formidable: hacer que sus bases retrocedan ochenta años en el tiempo. De Largo Caballero a Corto Zapatero, camino de ida y vuelta. La ley de memoria histórica ha sido la máquina del tiempo capaz de obrar el prodigio. El caso Garzón es el penúltimo episodio de esta historia, que parece no acabar nunca.

Aún sigue habiendo quien piensa –sobre todo en la oposición de derechas, perdón, de centro- que todo es una cortina de humo para tapar la crisis económica. Lo mismo se dijo del impropio “matrimonio” homosexual o de la Ley del Aborto. Pero el asunto es que, a base de cortinas de humo, ya tenemos en la casa más cortinas que ventanas, y vivimos enredados en el humo. ¿Maniobras de manipulación de la opinión pública? Sí, seguramente. Pero una vez conseguido su objetivo, la maniobra deja de ser un instrumento para convertirse en una finalidad en sí misma. Y esta es la clave de la actual situación española: todas esas cosas que el PP denuncia como “cortinas de humo” no son pretextos, instrumentos, herramientas, sino que son la finalidad expresa del partido en el poder, su programa máximo: su ambición de transformar la sociedad española (sin pedirle permiso). 

Hay que entender que la izquierda europea, en materia económica, ya ha perdido cualquier capacidad transformadora. Todos sus modelos económicos han fracasado. Por eso el Gobierno Zapatero no encuentra soluciones para la crisis: sencillamente, no las tiene. Pero la izquierda ha operado una traslación del objetivo: no puede cambiar el sistema económico –ni falta que hace, desde el momento en que los ricos se han vuelto de izquierdas-, pero sí puede cambiar todo lo demás. Y en eso estamos. 

Por eso empieza a extenderse en España la sensación de que todo socialismo pasado fue mejor. El socialismo de Felipe González trastornó muchas cosas y afectó a los valores de los españoles, pero nadie sintió (al menos, después de 1984) el temor de que fuera preciso salir a la puerta, hacha en mano, para defender lo más sagrado. Por el contrario, el socialismo de Zapatero, aun pusilánime en tantos conceptos, está demostrando una agresividad extraordinaria en las cosas más importantes de la vida: la familia, el orden social, la religión, el derecho a la propia vida… El socialismo de Felipe era socialista; el de Zapatero es simplemente nihilista. Esto es aterrador. Pero todo lo que es aterrador es interesante. Y el interés del nihilismo zapateril reside en que muestra la verdadera faz de lo que podríamos llamar “la tercera izquierda”.
La primera izquierda fue revolucionaria y roja: Rusia en 1917, Alemania en 1919, España en 1934 y 1936… Su paraíso era la Rusia soviética. Esa izquierda acabó ahogada en el baño de sangre del Gulag y la Cheka. Hoy sólo sobrevive Castro, fósil que no obstante inspira algunas simpatías –nada extraño en estos tiempos de fascinación por los dinosaurios. 

La segunda izquierda fue reformista y blanca: el laborismo británico, las socialdemocracias alemana y sueca, también los socialismos francés (Miterrand) y español (González)… Su paraíso era Suecia. Pero la segunda izquierda acabó colapsada, doctrinalmente hablando, por algo tan prosaico como la incapacidad para mantener el gasto público del Estado-Providencia. Hoy sólo sobrevive Schröder, y por poco tiempo.
La tercera izquierda era una incógnita. Nieta de revoluciones desacreditadas por sanguinarias e hija de experimentos inviables por insolventes, su gran reto era construir un nuevo paradigma teórico. Aún no ha habido tal. Pero en los márgenes de la izquierda empezaban a asomar la cabeza corrientes nihilistas bajo las banderas turbulentas de la anti-globalización. Y en las capillas de la nostalgia se iba construyendo un santoral nuevo que ya no bebía en los viejos paraísos soviético o sueco, sino en las revelaciones de cartón-piedra de Mayo del 68, de la “revolución sexual”, de la “insurgencia latinoamericana”, de los eternos derrotados rojos, de las ensoñaciones libertarias, del tercermundismo militante… Con esos materiales se ha cuajado una doctrina que está más cerca del nihilismo que del socialismo. Doctrina caótica, sí, pero eficaz, porque sigue prometiendo la felicidad en la Tierra. Tras beber la poción mágica del resentimiento y fumarse el porro de la utopía, la alucinación teórica de la tercera izquierda se concreta en las consignas de los nuevos demagogos: abolir la familia, casar a los homosexuales, legalizar a todos los inmigrantes, expropiar las catedrales, romper con los Estados Unidos… 

Esta tercera izquierda carecía hasta la fecha de visibilidad institucional. La acaba de cobrar en la España de Zapatero. La recuperación de una “memoria histórica” más virtual que real ha sido la bandera de esta maniobra sin precedentes. ¿A costa de crispar la sociedad? Por supuesto, pero eso forma parte del programa: no hay transformación sin lucha, y la crispación, después de todo, “nos viene bien”, como dijo el propio Zapatero. 

Ahora, abierta la caja de los truenos, todo es posible. Por ejemplo, que un fiscal acuse al Supremo de torturas o que un secretario de Estado participe en un acto público de presión a los tribunales, mientras las “masas” salen a la calle mostrando el camino del futuro: una bandera republicana y la efigie inmarcesible de Santiago Carrillo.
José Javier Esparza - (15-04-10) cope.es


5 comentarios:

  1. Tremendo a dónde nos están llevando. Como bien dice son ensoñaciones que nada tienen que ver con la realidad, pero que poco a poco nos está llevando a la ruina en todos los sentidos.

    Hay que pararles cuanto antes, antes de que acabemos como en el 34, o peor, como en el 36.

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  2. Como en el 34 o como en el 36... interesantes reflexiones. ¿Quién provocó la inestabilidad política en esos años? ¿Quiénes eran los antisistema? ¡Ah...!

    Al margen de que no comprendas la historia, o quieras achacar los grandes males de ella a un colectivo particular, hay que remarcar que el PSOE (el del clan de la tortilla) no representa a la izquierda, ni hace política de izquierdas, ni es de izquierdas, en general.

    Y sí, es tremendo a dónde nos están llevando, a dónde nos lleva este bipartidismo atroz que está desgajando una España herida, y que la está convirtiendo nuevamente en una marioneta de las potencias extranjeras y de la dictadura de mercados.

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  3. Muy sencillo: los acratas y los socialistas, principalmente, con su mania por el magnicidio y la nula observancia de la legalidad.

    Por supuesto, tus opiniones sobre lo que entiendo de historia son tan respetables como discutibles, ya que aqui los argumentos historicos dogmaticos tienen exactamente el peso que se merecen: ninguno. El PSOE no representa a la izquierda, pro supuesto, tambien estaban los republicanos de Azaña, los acratas, los comunistas, los poumistas y los de la ERC. Todos, como puedes ver, florecillas de pitimini sin un solo muerto a sus espaldas.

    Lo que no entiendo es por qué si estas de acuerdo con la esencia del articulo tus aportaciones son esencialmente criticas, y no precisamente constructivas.

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  4. Porque en primer lugar, no tengo ánimo de construir ni aquí (donde toda construcción es en balde), ni ahora. Por cierto, quienes amenazaban con tirar abajo la República allá por el 33 era Gil Robles a la cabeza de la CEDA, y lo decía públicamente, "si llegamos al poder...".

    No dejar de ser notable que durante el 35 sea cuando la violencia callejera empieza a desbordarse y culmina con las batallas campales del 36. Nadie está exculpando, como verás, a ningún bando (aunque te defiendas ironizando sobre la extrema izquierda), pues ambos contribuyeron a tirar abajo el régimen; pero desde luego, ese fue siempre el propósito de la derecha española: tirar abajo la República a cuaquier precio (y lo consiguieron).

    El artículo es un cóctel de situaciones diferentes, que se mezcla bajo el paño de "la izquierda", sin saber muy bien qué es eso, pero sin duda siendo algo diabólico: el Lado Oscuro.

    ¿Que el PSOE va a la deriva? Claro. ¿La izquierda española está ausente y desunida? Sin duda, y es más, el PSOE ha derechizado a gran parte de la izquierda española en una ficción necesaria (para el gobierno), relegando a la auténtica izquierda a asociaciones y conjuntos de representatividad nula en el sistema.

    El PP siempre ha tenido el mismo discurso, el mismo lamentable discurso. El PSOE siempre ha sido traidor. Quizás en el 79 el PSOE parecía muy de izquierdas, pero claro, veníamos de una dictadura de casi 40 años... ¡qué iba a parecernos!

    En fin, así está el pueblo español: roto por sus falsas ideas, sometido por una clase impura y autoritaria, en manos de unos mercados inmisericordes e impersonales, y traicionados y repudiados por sí mismos.

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  5. Mal empezamos si piensas que aquí no merece la pena construír nada.

    En cuanto a lo de Gil Robles... En fín, no hay una sola prueba histórica que indique que tenía esa intención. Cierto que no le gustaba la república, pero nunca amenazó con tirarla abajo fuera de la legalidad. De hecho tan apegado estaba a la legalidad, que tras el golpe de estado de Franco, tras ordenar que las juventudes de la CEDA se sumasen a los nacionales, se exilió y participó en los grupos antifranquistas.

    En cambio Largo, Priteo y Azaña si que conservan una retahíla de frases inquietantes, y sus acciones si que iban encaminadas a minar por completo la república. ¿O es que ahora me dirás que el golpe de Largo de 1934 estaba justificado? ¿Cómo se le ocurría la CEDA pretender formar gobierno? ¡Por Dios! ¿Que más daba que hubiese ganado las elecciones?

    No estoy de acuerdo para nada. La violencia callejera venía siendo un común denominador de la política española desde mucho antes de la república, y toda bajo responsabilidad, no de la izquierda, sino de los partidos revolucionarios. Tan sólo entre el 35 y el 36 se ven algunas respuestas armadas de la "derecha", pero son claramente marginales y en respuesta a la violencia izquierdista. Y, para colmo, son marginados hasta por sus propios partidos. Fue culpa de los dos bandos, pero la derecha tiene culpa exclusiva por omisión, por no cumplir con su deber desde antes y dejar que pisoteasen así el estado de derecho.

    La izquierda española, en general, tiene su origen en los liberales de finales del S. XIX y en los revolucionarios de principios del XX, con esos orígenes me temo que los frutos que no estén podridos dentro de ella serán circunstanciales y escasos. No he visto en la izquierda española ni un sólo rastro del deber a la patria por encima de otros intereses, nunca. Y la derecha española ha sido un poco mejor, pero nada que no deje de calificarse de "desastrosa".

    A mi lo que me fastidia es ese planteamiento que iguala todo por sistema y se posiciona en un lugar céntrico, neutral, y desde ahí dictamina y denuncia los defectos de los dos bandos.

    ¿Que el "PSOE ha derechizado en gran parte a la izquierda"? ¡Eso si que tiene gracia! Lo único que ha hecho el PSOE es volver a sus raíces, ser más fiel a sí mismo, desprendiendose de los liberales que, sin ser de derechas, han estado a años luz de la ideología marxista revolucionaria.

    A día de hoy el PP es una amalgama que podría calificarse como de izquierdas moderado, el PSOE es cada vez más revolucionario, y UPyD no pasa de ser jacobino. Ante ese parlamento uno se pregunta si la izquierda española en particular, y España en general, no han perdido la cabeza.

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