jueves, 27 de octubre de 2011

"¡No me toques los círculos!" y otras curiosas últimas palabras (I)

La muerte no suele pedir permiso para aparecer. Muchas veces el futuro finado no tiene ni idea de lo que le espera, y se comporta con normalidad, pero otras, la Parca aparece precedida por negras nubes de aviso, y su víctima tiene todo el tiempo del mundo para preparar tan trascendental momento.

Es en estas circunstancias cuando lo último que se dice toma una importancia especial: será la última impresión que esa persona deje en este mundo, y su eco permanecerá condicionando el recuerdo de los que le conozcan.

Pues bien, el género humano, que cada vez se esfuerza más en superar su propia originalidad, nos ha dejado una riquísima gama de expresiones póstumas o "últimas palabras", que van desde lo humorístico y casual hasta lo trágico, pasando por las estupideces más comunes de todas.


Por ejemplo, tras el enfrentamiento que Sócrates tuvo con los sofistas de Atenas y que le valió su enemistad, una mala interpretación de su doctrina mezclado con la hábil propaganda política (y religiosa) le llevó directo al juicio que le condenaría a muerte por perversión de la juventud e impiedad. Sócrates se elevó por encima de la escoria moral que le rodeaba negándose a escapar por respeto a las leyes su ciudad, y asumió su condena demostrando una coherencia única con su pensamiento. Sin embargo, quizá fruto de esa alma tan justa, lo último que dijo tras beberse el vaso de cicuta fue:

"Oh, Critón, debemos un gallo a Asclepio. Pagad la deuda y no la paséis por alto"

Pero más absurda y triste fueron las últimas palabras del Conde-Duque de Olivares, Gaspar de Guzmán. Un hombre que había detentado el poder de la monarquía más poderosa del mundo y cuya palabra había obrado con la fuerza de un imperio, languideció durante una semana de fiebres para mascullar al fin:

"Cuando era rector en Salamanca, cuando era rector..."

Arquímedes estaba muy cuerdo, sin embargo, cuando le sobrevino la muerte a manos de un legionario romano. El gran genio de las matemáticas era un patriota siracusano y puso toda su ciencia e inventiva, que era mucha, al servicio de la defensa de la polis griega frente a la imparable maquina militar romana. Tan mal se las hizo pasar que el cónsul encargado de la campaña, Claudio Marcelo, ordenó capturarlo con vida e ileso. No obstante, el legionario que le encontró no gozaba más que de la paciencia necesaria para librar un combate; por lo que, cuando le encontró dibujando círculos en la arena (a saber qué calculaba), le interrumpió y le pretendió llevar a retaguardia, recibió una contestación que colmó del todo su paciencia:

"¡No me toques los círculos!"

Otro ejemplo de poca solemnidad fue el que dio el Archiduque de Austria, Francisco Fernando, cuando fue víctima del tiroteo que le costaría la vida y precipitaría la Primera Guerra Mundial. Tras recibir un disparo mortal en el cuello recobró brevemente la consciencia antes de morir y dijo:
"No es nada, no es nada..."

Sus asesinos trataron de suicidarse varias veces, fallando todos por diversas circunstancias, pero eso ya lo contaré en otro momento. Más no nos dejemos llevar por la solemnidad de la situación, y hagamos como Louis Gay-Lussac, eminente físico del Siglo XIX y terror de todos los alumnos de física gracias a su famosa ley. Colaboró en la gran explosión científica de su época y, viendo en su lecho de muerte los grandes avances que se seguían haciendo, no pudo reprimirse y comentó:

"Es una pena irse, esto comienza a ponerse divertido"

Tampoco debía de andar muy lejos las ideas de Rodolfo Valentino, el joven actor e ídolo sexual que, asediado mortalmente por una peritonitis a los 31 años, preguntó a los médicos que le cuidaban si:

"De verdad: ¿tengo pinta de marica?"

Que se lo pregunten a las fans que se suicidaron al conocer su muerte. Pero en cuestión de morir con las botas puestas, no creo que nadie supere a Buster Keaton, cómico estadounidense fallecido a los 70 años en Los Ángeles. Cuentan que alguien en su lecho de muerte sugirió tocarle los pies para comprobar si estaban fríos pues, como explicó, los difuntos siempre los tenían así. Keaton, que ni estaba muerto (aún) ni había perdido su vis cómica, respondió simplemente:

"No Juana de Arco"

Supongo que a los presentes les costaría un poco hilar el chiste y recordar que a la heroína francesa la quemaron en la hoguera. Eso si, no todos podrían decir que murieron entre risas.

Pero el honor de cerrar la sucesión de este primer artículo sobre últimas palabras le corresponde al general unionista John Sedgwick, estadounidense que murió en la batalla de Spotsylvania, durante la Guerra Civil. Mientras dirigía a sus tropas desde la retaguardia un subalterno le sugirió alejarse un poco más del frente, pues podían alcanzarle, a lo que el veterano general respondió:

"No podrían acertar a un elefante a esta dist..."

No llegó a terminar la frase porque, precisamente en ese instante, una bala de francotirador le acertó en plena cara, matándolo en el acto. En su descargo hay que decir que se encontraba a unos 900 metros de distancia, lo que hacía el tiro casi imposible para la tecnología de esa época. Mérito del tirador, por supuesto.

2 comentarios:

  1. He dado con este blog , como se da con las cosas importantes de la vida , Por casualidad, ,Me ha emocionado tanto el articulo sabre los ultimos de Filipinas, como el del Angel Rojo, espero poder seguir leyendo sobre tantos temas interesantes, Mis felicitaciones a tan ardua labor y mi reconocimiento a destacar la España mas digna y menos conocida,Un abrazo amigo

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    1. Muchas gracias, Anónimo.

      Comentarios como los tuyos son los que nos ayudan a seguir adelante. Esperamos seguir ofreciendo razones para mirar al pasado con orgullo y al futuro con esperanza.

      Un abrazo.

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