lunes, 28 de noviembre de 2011

Metahistoria: Las tres Españas

Hace ya bastante tiempo que se viene debatiendo intensamente sobre el llamado “problema de las dos Españas”, referido al choque entre dos cosmovisiones distintas que se dan en España desde, aproximadamente, la Guerra de la Independencia. Pues bien, a día de hoy no son dos, sino tres, las "Españas" que se enfrentan entre sí.

Las tres suelen llamarse Españas debido a que tienen pretensiones sobre el mismo territorio y la misma población, pero cada una de ellas responde a una cosmovisión distinta y genera  instituciones y costumbres propias, así como una cultura y una moral determinada. Son antitéticas y excluyentes entre si, y cada una conlleva una forma de ser que se opone a las demás. Por eso, la gran dificultad radica en que estas tres realidades coexisten a la vez y, al no poder ocupar las tres el mismo espacio geográfico, histórico y demográfico, luchan entre ellas de manera constante. El auge de una de ellas significa la decadencia de las otras dos, y el triunfo de una determinada implica necesariamente la desaparición de sus dos contrapartidas. Es, por tanto, una lucha por la supervivencia: cada una de las tres "Españas" está amenazada de muerte por las otras dos, y cada una de ellas trata de suprimir por completo a las otras dos para asegurar su pervivencia y estabilidad. Esta idea, en principio compleja, explica en gran medida las convulsiones sufridas por nuestro país en los dos últimos siglos. 


Una de ellas es la España propiamente dicha, la primera de todas en aparecer, la que puede identificarse inequívocamente desde, al menos, el III Concilio de Toledo en el 589 d. C, que casi fue aniquilada durante la invasión musulmana y que hubo de reconquistarse a sí misma durante siete siglos, que evangelizó América y sostuvo un imperio que se extendía por todo el mundo. Esa España es la original, la primigenia y la única que tiene derecho a llamarse España, las otras dos se oponen a ella, por lo que es más correcto llamarlas Anti-Españas. 

Esta España original está fundamentada en la cosmovisión cristiana católica, la cual vertebra todas sus partes y condiciona e influye decisivamente en la mayor parte de sus elementos. Además, en este caso concreto, fue la acción civilizadora de la institución eclesiástica la que conformó definitivamente a la España original como estado y como nación. Esta misma institución, la Iglesia española, junto con la monarquía católica, son los elementos más característicos de la España Católica.

La España Católica hubo de enfrentarse a varias némesis que trataron de sustituirla, desde la débil Gothia que trajeron los Visigodos hasta la potentísima Al-Ándalus, que a punto estuvo de aniquilarla por completo. Ambas realidades (de origen herético-pagano y musulmán respectivamente) eran excluyentes respecto a la España Católica, y su mera presencia era una amenaza para ella.

La que se suele llamar "Segunda España", y que no es más que la primera Anti-España, proviene de la cosmovisión gestada en la independencia de los Estados Unidos y en la Revolución Francesa en torno a unos ideales originalmente extraídos del catolicismo, pero que acabaron conformando una nueva explicación del mundo y de la existencia: el Liberalismo. Las ideas liberales se fueron extendiendo por toda Europa desde Francia y, a su llegada a España, encontraron un gran arraigo en las élites y un profundo y visceral rechazo en el conjunto de la población. No obstante, por procesos que no voy a detallar ahora, se logra consolidar como una nueva alternativa a la España Católica: la denominada "España Liberal", fundada en otros principios distintos, pero pretendiendo establecerse en el mismo sitio y en las mismas gentes que la España Católica que, en ese momento, contaba ya con más de doce siglos de existencia.

Este choque, de índole espiritual (y, pr tanto, ideológico), cristalizó en las tres guerras civiles conocidas como guerras carlistas. Las mismas no fueron más que un reflejo del crudísimo y agrio enfrentamiento que tenía lugar en un nivel superior, que no cejó en ningún momento y que,  con ciertos condicionantes, continúa hasta hoy. 

Con la Regencia de María Cristina, esposa del fallecido rey felón, Fernando VII, la Anti-España Liberal logró establecerse desde las instituciones e ir imponiéndose poco a poco en los estratos inferiores de la sociedad. Si bien el estado liberal venció rápidamente a la anterior ordenación de España, no ha logrado a día de hoy completar la transformación de la base social y aún pugna contra la España Católica por el afianzamiento completo y definitivo, pese a lo cual sus avances desde 1833, momento en el cual triunfó el estado liberal, son innegables. 

Pero una segunda Anti-España surgió poco después de la Liberal, aprovechándose de la inestabilidad política y social causada por la pugna entre las dos "Españas" anteriores: esta tercera "España" tenía las mismas pretensiones territoriales y demográficas que las otras dos, pero se fundamentaba en una cosmovisión distinta, hija del liberalismo pero con otros valores, dogmas y explicaciones metafísicas: el marxismo. Las ideas revolucionarias se inmiscuyeron en el conflicto y tomaron sus fuerzas de sectores concretos de las bases sociales, especialmente de pequeños burgueses y proletarios urbanos, oponiéndose a la vez a la España Católica y a la Anti-España Liberal y cristalizando en un nuevo ente: la Anti-España Revolucionaria.

Esta nueva Anti-España logró tomar ventaja del enfrentamiento existente y se hizo con el control total del estado durante la II República, en un momento crítico de nuestra historia en el que la Anti-España Liberal y la Anti-España Revolucionaria, de origen marxista, se aliaron contra la España Católica, hasta que la Revolucionaria alcanzó el máximo de su influencia durante el periodo anterior a la guerra civil, la cual se libró, en el plano espiritual, exclusivamente entre la España Católica y la Anti-España Revolucionaria, resultando vencedora la primera. 

En esta pequeña génesis se dan las pinceladas básicas para entender el proceso de eliminación que, necesariamente, terminará con dos de las tres opciones relegadas a la extinción y a los libros de historia. Este combate no está tan definido como los anteriores, no son grupos religiosos o clases sociales lo que separan las distintas "Españas", sino difusas fronteras en el alma de todos y cada uno de los españoles. La España católica se enfrenta a una situación nunca antes conocida para ella: dos rivales a la vez tratan de acabar con ella con una aversión evidente y, de tratarse de una nación menos arraigada y fortalecida por las duras pruebas de la historia, sin duda habría sucumbido por completo hace tiempo.

30 comentarios:

  1. Puede que la tercera no sea más que una mera heredera de la segunda, pero lo importante seguramente no es eso sino la escasa musculatura actual de la que llamas "España propiamente dicha".

    No es que las otras dos presenten un panorama excesivamente halagüeño, pero se diferencian en algo sustancial: creen su propio discurso y no dudan un instante de que tienen la razón y la verdad.

    Por otro lado, me temo que esto es lo que hay: no queda más remedio que entenderse. Llevamos demasiado empeñados en excluirnos unos a otros y eso solo nos ha conducido a perder el tiempo. Y me temo que también la decencia colectiva (la honra, que decían los clásicos).

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  2. Hola, Miguel.

    La "España" Revolucionaria es heredera de la Liberal, de hecho las dos comparten una misma desviación cosmogónica, pero coexisten desde hace tiempo, y se han llegado a enfrentar mutuamente varias veces.

    La España católica se encuentra hoy bastante baldada, sin duda, pero a mi me sorprende que pueda seguir en pie e incluso llegar a recuperarse después de las palizas que le han dado. Esta España ha estado en silencio mucho tiempo, pero no por ello ha perdido fuerza o decisión. Pienso en Donoso Cortés, Menéndez Pelayo o Ramiro de Maeztu como ejemplos de esa renovación.

    Este enfrentamiento es de los más encarnizados, y ha llevado a muchos enfrentamientos y barbaridades, pero no creo que pueda haber entendimiento o convivencia entre ellas. Eso si, por más que pueda desear la victoria de una de las opciones (no hace falta señalar cual) y la desaparición de las otras dos, no significa que quiera el exterminio de las personas que las sostienen o que esté dispuesto a usar la violencia para conseguirlo. La lucha de la que hablo es espiritual, y lo que trato de hacer es, en la medida de mis posibilidades, dotar de razones y cierto discurso a la España original para que pueda volver a la palestra en igualdad de condiciones.

    A pesar del tono beligerante, creo que todo se reduce a presentar diversas opciones de vida y elegir la más justa y libre para todos.

    Un saludo y gracias por comentar.

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  3. encontre lo q nesecitaba

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  4. Hola, Anónimo.

    Me alegro de que te sirviese de ayuda.

    Un saludo.

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  5. Respeto, pero no comparto para nada la visión de esas tres Españas que ofrece este artículo, que además no corresponden con lo que la historiografía ha identificado con las tres Españas, una es la conservadora y tradicional y la otra es la liberal y progresista, la clerical y la anticlerical y esas dos siempre se han subdividido en varias multiespañas, mientras que la tercera España es la conciliadora, la que no tomó parte por ninguna de las dos Españas y que no desea saber nada de éllas y que fue la triunfante en la Transición superadora de antagonismos y maniqueismos. Es mi opinión y en este caso soy de la tercera España, aunque provengo de la primera y simpatizo con la segunda. Hoy en día España debe estar unida en democracia y unida en lo federal.

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    1. Hola, Juanillo.

      La historiografía española en particular y la occidental en general ha estado lastrada por la visión netamente materialista, que hace que sean incapaces de efectuar análisis acertados, al tener que ignorar por sistema la mitad de la realidad humana. Por eso su visión es deficitaria y la división llevada a cabo simplemente incidental, no adecuada para un análisis en profundidad.

      La división que han defendido, la que tú indicas, está basada en elementos circunstanciales más que en conceptos puramente cosmovisionales, que son los que conforman las distintas formas de ver el mundo y sus consecuencias político sociales. Por eso la España progresista de 1936 no tenía nada que ver con la España progresista de 1875, o 1868, al igual que la España liberal de los años 30 del siglo XIX más se parecía a la tradicional de un siglo después. Sin embargo, basándonos en las ideas más profundas y los valores rectores sí que se puede establecer una división válida para distintas épocas, fundamentando los resultados en aquello puramente estructural y dejando a un lado (pero explicándolos) los elementos coyunturales.

      Por ejemplo, la tercera España a la que dices pertenecer es la España liberal, aquella que, dividida antes de la guerra, se inclinó por Franco cuando no le quedó más remedio, y ahora ve el conflicto como una lucha ajena, pues no fue más que la culminación de su fracaso más absoluto. Supo permanecer latente y resurgir en los años 60-70 para establecerse de nuevo en el poder (no son solo las ideas, sino también las instituciones), y hasta entonces su mayor afán ha sido la de desligarse por completo de las otras dos. Sin embargo, muchos de los que dicen pertenecer a esa tercera España no lo hacen por convencimiento ideológico, sino por simple hartazgo emocional: incapaces de encontrar ningún nexo en común con los españoles de los años 30 prefieren desligarse emocionalmente de esos tiempos, estableciendo una distancia ideológica con absolutamente todo el periodo. Sin embargo la realidad fue mucho más compleja: liberales como Gil Robles apoyaron al bando nacional para después oponerse a la dictadura, otros como Claudio Sánchez-Albornoz nunca renegaron de sus ideas y se exiliaron, no sin antes acusar de todo lo acusable a esa España marxista que, en el fondo, se había aprovechado de su ingenuidad, y tomando distancia con la España católica que les había salvado, pero a la cual aspiraron destruir. La mayor parte de liberales de CIU, en cambio, apoyaron sin ambajes a Franco antes y después de la guerra, todos sin renunciar a su particular visión de España.

      Y aun concediendo la existencia de las tres españas que señalas, si la tercera fuese tan conciliadora no renegaría tanto de las otras dos. En el fondo, también desean destruir a las otras dos españas para imponerse a sí misma como la única visión válida, pero sin atreverse o estar dispuesto a usar de ciertos métodos.

      Por último mencionar un par de cosas: estar unida en lo federal no es sino una contradicción de términos que ya respondió en su día Ortega y Gasset, pero nadie le hizo caso y acabamos como acabamos. Luego, la democracia, como modelo actual del estado, no es sino uno de los mayores fracasos de la España liberal. Sinceramente, tanto la España católica (con la que me identifico) como la marxista o revolucionaria se han equivocado de estrategia. Les habría bastado con darle todo el poder a la liberal para que, ella misma, se ahogase de éxito.

      Agradezco mucho que te hayas tomado la molestia de pasarte por aquí y haber comentado. Como ves no coincido en prácticamente nada, pero esta es la única forma de llegar a la verdad, confrontando puntos de vista.

      Un saludo.

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    2. Sigue sin ver esa España "católica" que dices que es la primigenia, porque si nos ponemos puristas en cuanto al origen, la nación española como nación política nace en 1812, por lo que la verdadera España es de origen liberal, y de esa España liberal surgió la conservadora y la progresista.

      De esas dos Españas, la conservadora en un momento de la historia se nutrió de sus elementos más tradicionalistas (el carlismo) que curiosamente estuvo en extramuros durante el siglo XIX, mientras que la progresista se nutrió de los elementos más radicales (republicanismo, federalismo) cuando esos elementos también fueron extramuros durante el siglo XIX, y esas dos Españas confluyeron con sus elementos radicales en la guerra civil.

      Para mi el origen de España como Estado-nación es liberal, sea centralista, autonómica o federal, y el querer asociar la supuesta España primigenia con la católica es tener un concepto tradicionalista de la nación española, una forma de ver a la nación, pero que en mi opinión no es la verdadera España, ya que considero que ninguna es la verdadera, porque sería absurdo caer en el discurso metafísico sobre el ser de España, porque en ese discurso la verdad no es absoluta, sino que reside en cada uno de los españoles que quieran serlo, y los habrá con distintos posicionamientos en la misma.

      Es un error hacer pretender que los liberales ocuparon un todo homogneo, y es de justicia aclarar que los hubo de derechas (Alcalá Zamora, Maura) y de izquierdas (Azaña, Martínez Barrio) y que esos liberales se vieron absorvidos y fagocitados por las dos Españas justo en el momentos en el que sus elementos más radicales controlaron sus respectivas Españas.

      Ortega nunca habló de contradicción de lo federal, porque federar es unir, y la realidad histórica de la nación española ha sido la unidad en la diversidad y un Estado federal sería aplicar en la actualidad lo que ha sido siempre este país. Lo que Ortega quiso realmente decir es que si se descentralizaba un Estado no se podía hacer de forma asimétrica, teniendo unos más privilegios que otros, sino que se debía hacer de forma simétrica e igualitaria.

      No nos pondremos de acuerdo, porque si pongo en duda que la España primigenia es la versada por los pensadores tradicionalistas es bvio que estemos distantes a la hora de señalar las distintas Españas.

      Un saludo.

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    3. (2 / 2)

      Los liberales distan eones de ser un todo homogéneo, al igual que los católicos o los marxistas. Tan solo comparten ciertos puntos ideológicos y filosóficos que tienen consecuencias parecidas. El reduccionismo al que pretendes limitar mi exposición se caería de puro infantilismo, pero tranquilo, porque nada está más lejos de la realidad.

      No puedes contradecir al propio Ortega (que ya se molestó en explicar y aclarar su afirmación en su momento) y mezclar tantos conceptos picoteados de varios sitios pretendiendo ofrecer un discurso coherente. España, como dijo Ortega, llevaba ya siglos unida, y el federalismo sólo la habría despedazado. Por otro lado el sentido de "unidos en la diversidad" es un concepto propio de la monarquía católica que solo adquiere su pleno sentido precisamente en una sociedad radicalmente opuesta a la nación centralista que organizaron los liberales. Y la mejor prueba de ello es que el sentido federal que cristalizó en la Edad Moderna nunca puso en duda la identidad española de ningún territorio, puesto que esta se basaba en otras cosas que no eran una administración común; cosas de índole espiritual que ahora los positivistas son, literalmente, incapaces de comprender. Sin embargo, ahora, cualquier intento federal acabaría en la ruptura política de la unidad española, puesto que se la ha hecho descansar sobre elementos materiales, algo de naturaleza demasiado endeble para sostener su peso.

      Por favor, no tomes mis palabras como un ataque a tu persona sino a la indolencia del relativismo que veo tras ellas. Estar en desacuerdo no es malo, pero quedarse tan contento con ello, sí.

      Un saludo.

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  6. Por cierto Feanar, se me olvidó darte las gracias por contestar mis comentarios.
    Un saludo.

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    1. No se merecen. Gracias a ti por leerme y tomarte la molestia de escribirme, encima manteniendo un debate no sólo pulcro en cuanto a formas, sino en un nivel bastante alto.

      Un saludo.

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  7. Hola, Juanito.

    No hay que confundir el estado con la nación: los griegos clásicos no tenían un estado unificado pero sí que se consideraban una única nación (a pesar de que el término provenga del XIX, expresa una realidad anterior que recibía otros nombres). O bien el imperio Persa, un solo estado extendido sobre múltiples naciones, como los egipcios y los israelitas. Si nos ponemos puristas lo que encontraremos es una unidad supra estatal aun en los momentos de mayor división y quebranto. Por supuesto que no había himno ni constitución, pero es que no los necesitaban. Este nuevo modelo de nación (muy restringido, por cierto) fue creado por los liberales para justificar sus atropellos: damos luz a lo bueno (la España liberal), mientras que todo lo que ha habido antes no es más que oscurantismo y error; pero un buen análisis histórico tiene que superar las visiones sesgadas de la historia si pretende acertar.

    Desde el punto de vista liberal, todos los elementos o grupos anteriores a ellos (tradicionalismo o ultraderecha) son caducos y reaccionarios, y todo lo que sea posterior al mismo (revolucionario o ultraizquierda) es peligroso y subversivo. Por supuesto, el término medio y lo único aceptable es su postura, la mejor. Y tan tendenciosa es su visión que la clasificación política que han creado mide a cualquiera solo en virtud de su posición y cercanía frente al liberalismo, y nada más (hay un breve artículo aquí mismo al respecto, "Etiquetas a derechas e izquierdas"). Cualquier historiador, sociólogo o especialista que parta de estos supuestos, sencillamente no logrará ver más allá de los límites autoimpuestos. Y eso, más que digno de rechazo, es digno de lástima.

    El estado-nación no es más que uno de los muchos modelos que puede adoptar una nación a lo largo de su historia. Es el preponderante desde el siglo XIX, pero no por ello es el mejor o el más adecuado: el establecimiento de dicho modelo en África en unas sociedades que no estaban preparadas para ello lo único que ha conseguido es multiplicar la corrupción y desarraigar culturalmente a muchos de sus habitantes. En Europa significó una sangría mayor incluso que cuando las guerras estaban dictadas por la religión o por los intereses de los señores feudales. España existía mucho antes de la adopción de dicho modelo y existirá después, cuando sea otro el imperante.

    En este punto me dejas perplejo: no estás de acuerdo con mi opinión, pero no pareces dar más valor a la tuya. Yo sostengo mis opiniones siempre en base a valores morales y, como en este caso, en función de su concordancia con la verdad histórica y social: es decir, creo, básicamente, que la mía es cierta y las excluyentes se equivocan. Si no es así ¿de qué serviría tener y alimentar una opinión propia más que para ejercitar el ego en un inútil y corrupto acto de masturbación emocional? Entiendo que, tanto tú como yo, buscamos que aquello que digamos es cierto, por lo que sí que tendría sentido un debate, pues ensayaríamos nuestras posturas y tendríamos la oportunidad de corregir nuestros fallos para ser, cada vez, más acertados.

    Por otro lado niegas radicalmente el sentido a la discusión metafísica. ¿De verdad? No quiero entrar en debates sobre la absurdez de la existencia material sin la existencia espiritual, pero este artículo se titula "Metahistoria". Por fuerza voy a ir más allá de la simple ciencia de lo observable materialmente, pues las grandes verdades (las que más merecen la pena) no se encuentran allí. ¿Que no crees en nada que supere lo material? Perfecto, tu dignidad como persona no se verá herida por ello, pero no esperes que nos coloquemos junto a Protágoras y los sofistas griegos, no. En este blog somos absolutistas epistemológicos, igual que Platón y Aristóteles, de la única manera en la que una moral y unos valores universales son posibles.

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  8. Para nada, nunca me tomo los debates a lo personal, ya tengo mucha costumbre en hablar con marxistas, tradicionalistas, etc, etc.

    Yo me baso en el respeto mutuo y en el intercambio de ideas, sabiendo que la verdad absoluta no se tiene ni se posee a la hora de interpretar la Historia, que aunque es una Ciencia, no es exacta en absoluto.

    El relativismo cultural tiene un fallo en el que mal usada se tiende a creer que todo vale, ¡no!, no apuesto por ello, pero si es cierto que ese relativismo si ha permitido estudios interdisciplinares y mirar las cosas bajo diferentes prismas para bien de la Ciencia y otras disciplinas.

    Leyendo tus respuestas has intentado entrar en lo filosófico, en lo epistemológico, o sea en ser sofista como haría mi profesor que tuve en la carrera de Historia, Rodrigueguez Labandeira, y me parce bien.

    Creo afirmar que pretendes hacerme creer que España existe desde tiempo inmemorial, o sea que la nación es eterna y que durante el proceso histórico ha adoptado diferentes formas y que el Estado sería el cuerpo que iría adoptando la nación española a lo largo de su historia.

    Para mi es un error aplicar conceptos contemporaneos en contextos históricos que son bien diferentes. Para mi la nación española como tal nace a principios del siglo XIX tras la Guerra de Independencia, heredando un Estado abosluto creado por los Borbones (a partir de éllos se decía Rey de España y no rey de las Españas), teniendo un Estado centralizado que superaba la monarquía pactista de los Austrias.

    primera parte

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    1. No puedo más que darte la razón: la historia, a pesar de ser una ciencia, no puede ser exacta, ya que cualquier ley universal que se pretenda formular chocará con la impredecible libertad humana. La Verdad absoluta no se puede tener ni poseer, pues es algo que escapa a las capacidades humanas, pero sí que podemos aspirar a acercarnos a ella de forma bastante fiable, o incluso llegar a conocer una parte importante de la misma. A eso es a lo que deberían tender los hombres, sea cual sea la ciencia en la que estén, pero con mayor afán y vehemencia en la historia, siendo esta una herramienta tan importante para conocernos a nosotros mismos.

      Los estudios interdisciplinares de los que hablas fueron una novedad tan solo desde el siglo XIX, cuando el liberalismo impuso la visión positivista en todas las ciencias y las encorsetó. El relativismo fue como la liberación de ese corsé, pero para darse cuenta de que más allá no había nada, nada que el materialismo pudiese aceptar. Por eso proliferaron los estudios interdisciplinares, que son un gran avance cualitativo con respecto a los dos siglos anteriores, pero que no son, en absoluto, ninguna novedad.

      Los parámetros desde los que parto son epistemológicos (no es un texto histórico, pues no tiene fuentes, por ejemplo), pero no por ello considero que sea menos válido o necesario para el desarrollo del estudio histórico. Llámalo filosofía de la historia o metahistoria, el caso es que toda ciencia ha de preguntarse “Por qué” antes de continuar con lo que estaba haciendo.

      En ningún momento y de ninguna manera he pretendido hacerte creer que España ha existido desde tiempo inmemorial ni que sea eterna. Tal afirmación rayaría la idolatría del estado, ideología de perversas consecuencias que hay que desalentar. España nació cuando apareció en la historia y desaparecerá cuando le toque, sin más. Pero, mientras tanto, es mi patria, y pretendo centrar mis habilidades históricas y filosóficas en beneficio suyo, lo que implica, tal y como aseveró Marcelino Menéndez y Pelayo, no mentir ni ocultar jamás nada que, a priori, pueda perjudicarla, pues la mentira en sí misma haría más daño que aquello que pretendiésemos pervertir. Por esa razón no encuentro motivos para afirmar que existió antes de la unificación romana como muy pronto y tampoco para decir que será eterna ni que no pueda ser destruida llegado el caso.

      Hay que tener mucho cuidado y diferenciar entre los conceptos que nacieron con posterioridad a la época del objeto de estudio y aquellos que son derivados o que se solapan con otros que ya existían entonces, como el de nación. Recordemos, sin ánimo de ser exhaustivo, el título de los emperadores romanos desde Augusto: Padre de la Patria, o la constante identificación común nacida entre todos los pueblos de la península ibérica, que abarcó desde Séneca hasta los reyes portugueses en la guerra de sucesión española (siglo XVIII), pasando por una Edad Media plagada de referencias a dicha identificación común. La ausencia de himno, bandera o elementos que ahora consideramos necesarios no es más que un anacronismo peligroso: pues el estado que había durante la II república nada tenía que ver con el de la restauración, a pesar de lo cual muchos no tienen reparo alguno en identificarlos como lo mismo.

      Un saludo.

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  9. Ahora biem esto te lo dirán y suscribirán la mayoría de los histpriadores profesionales, porque hacer creer que España viene desde los visigodos es confundir churras con merinas, porque todos los nacionalismos intentan ir hasta las catatumbas de la historia para legitimar sus ideas, y para mi es confundir y engañar a la gente, pero como la historia no es una ciencia exacta, es òr ello que existen las tendencias historiog´raficas, que entiendo que las puedas acusar de "indolente relativismo cultural", pero es una absurdez pretender que tu posicionamiento posee la verdad absoluta cuando el resto también dicen poseerla, se pasó de una monarquía "fedreral" a una monarquía centralizada y quien sabe qué hubiera pasado si hubiera ganado el otro bando, quizás hoy fuésemos como Alemania o Reino Unido.

    España ha llegado a ser una nación política por diversas coyunturas, pero sobre todo si se hace un repaso global, en la Península Ibérica se ha caracterizado por ser una evolución constante en la Historia de convergencias y divergencias en donde había reinos que se unían y reinos que se separaban, etc, y este trasncurrir histórico ha posibilitado que fuera surgiendo diversas identidades, e incluso que esas identidades confluyeran en estados unificados y soberanos como España y Portugal.

    Para mi España debe ser un Estado federal por un motivo racional, porque El Estado centralista (imperfecto, porque no fue tal) falló a la hosra de articular un Estado sólido y plenamente aceptado por la mayoría de los españoles, y es mentira que lo federal rompa a España, cuando es el separatismo quien lo rompe, no nos engañemos por favor, porque paíes federales como alemania y Estados Unidos están bien cohesionados sin riesgo de separatismo.

    En lo que no hay que engañarse, es lo que pretenden vender los separatismo sobre federalismo cuando realmente se trata de confederalismo, cosa que es bien distinta y que esta si que tiende a separar (véase serbia y montenegro).

    Hasta en el siglo XIX dos ideologías o posturas tan antagónicas como el carlismo (véase manifiesto de Lorendán) y el republicanismo propugnaban por una sistema federal, es más, la Transición española fue una traición a la hora de descentralizar el Estado cuando se apostaba por organizarla según las regiones históricas, porque Castilla (las dos castillas) y León deberían tener comunidades autónomas por razones históricas, y no los engendros que se crearon.

    segunda parte

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    1. La mayoría de los “historiadores profesionales” están lastrados, no solo por sus prejuicios e ideas filosóficas, sino por oscuros servilismos intelectuales que les incapacitan para realizar estudios que les lleven a conclusiones no determinadas de antemano. Es una triste realidad que solo aprendí tras más de seis años en la facultad de Historia.
      El servilismo del nacionalismo español es inexistente en la historiografía actual, salvo casos excepcionales que no salen del esperpento. La inmensa mayoría de autores, sean positivistas, funcionalistas o relativistas, pecan precisamente del exceso contrario, llegando a negar las evidencias más sólidas solo porque no casan en sus ideas prefijadas.
      España nació en el IV Concilio Toledano, y no es mezclar churras con merinas, sino ajustarse a la realidad fáctica de los hechos, pues en ese momento se terminó de conformar las dos notas que identificarían a España desde entonces: el catolicismo y la monarquía, elementos que no ha perdido de forma perdurable en ningún momento, pese a haber sufrido estos golpes tan serios como la II república, el centralismo borbónico o la invasión musulmana.
      Todos esos reinos que se unían y separaban tenían meridianamente claro que pertenecían a una comunidad política mayor, y así se comportaban, como cuando acudieron al concilio de Constanza y todos los reinos formaron parte de la nación llamada “española” (incluso Portugal). La terca insistencia de la historiografía actual de hacer pasar por el aro de sus condiciones a las naciones para otorgarles o no el carnet de nación no es propio de historiadores, que van allá donde les lleve la investigación, sino de domadores de circo, insistentes con el látigo hasta que logran que la historia haga las cabriolas que deseaban.
      Con respecto a qué habría sido de nosotros de haber ganado “el otro bando” (supongo que el Frente Popular), Gregorio Marañón y Claudio Sánchez Albornoz ya respondieron a eso al negar la españolidad del bando republicano y asegurar que, de haber ganado ellos, tendrían que haber escapado de España a todo correr porque esta se habría convertido en una dictadura comunista.

      En cuanto a Portugal, desde el poeta Camoens hasta el rey luso durante la guerra de sucesión, cuando el tradicional ideal de España fue sustituido paulatinamente por el iberismo, también unificador, no tuvieron reparo alguno en aseverar que, bajo el nombre de españoles, también se cobijaban los portugueses.
      El estado centralista y uniformador fue impuesto por la fuerza a la llegada de los borbones, y con él vino el regalismo, el galicanismo y el absolutismo, perversión ideológica que fue permitido por una Iglesia nacional ya comprada por los borbones. La auténtica esencia del estado tradicional español era la subsidiaridad, pero el concepto actual de federal no responde a esta realidad, sino a un estado multipolar y pretendidamente equilibrado, al estilo norteamericano. Tal experimento no funcionó y no funcionará por el mismo motivo por el que el centralismo se nos atraganta: no es nuestra forma natural de estado.
      El federalismo republicano y el carlista eran bien distintos, si bien recibieron el mismo nombre en oposición al centralismo liberal. Se diferenciaban en la forma de conducirse de las instituciones y en el peso de la corona, que en el sistema carlista era cuasi sagrada y otorgaba equilibrio al conjunto, mientras que en la versión republicana los diversos estados simplemente mandarían en sus atribuciones sin posibilidad de intervención trasversal del gobierno, modelo que funcionó a la monarquía hispánica durante trescientos años.

      Un saludo.

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    2. Amigo, España ni siquiera nació con los RR.CC. España era un concepto geográfico desde el medievo, pasando por la Edad Moderna, nuncafue un concepto político hasta por lo menos con los Brobones que es cuando empezaron a titularse Reyes de España, se puede hablar de un proceso de convergencias y divergencias, pero decir que España nació en ese concilio solo es justificable en base a su ideología tradicionalista, pero España como unidad administrativa y política no fue real hasta que llegaron los Borbones, había antes un soberano común, pero es engañar hacer pensar que España como nación es de origen medieval, es simplemente mentira. Hubo muchas veces que los reinos cristianos se unían, pero no por ser españoles, sino por conveniencia política y motivo religioso, y para nada era para salvaguardar a la nación española, es más, España, como nación, nace en 1812, ya como Estado o reino realmente unificado en 1714, y no pasa nada, España no deja de ser una nación por eso, y desde los RR.CC tuvieron un solo soberano, pero los reinos fueron independientes y hacían las guerras por su cuenta hasta 1714, que se persiguiese buscar una unidad no lo dudo, pero si somos rigurosos como tal, en el proceso histórico de Hispania a España, la segunda no nace hasta el siglo XVIII.

      Un saludo.

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  10. Me llama la atención, cuando dices que la idea de unidad en la diversidad es de la monarquía católica de España, y abogas de que la identidad española no se ponía en duda, ¿de qué identidad me hablas? ¿de la que se puede tener ahora en el siglo XX?. Es curioso que el Conde-Duque de Olivares quisiera hacer lo que los RR.CC no quiseron realizar, y es la unión de armas y que todos los reinos contribuyesen, ¿entonces porqué otros se rebelaron?, ¿había diferentes conceptos entonces de identidad española? y lo ismo me preguntaría para la guerra de sucesión, ¿acaso Casanova cuando decía luchar por la libertad de España luchaba por lo mismo que el otro bando? No, claro que no, España en aquel tiempo, o mejor dicho la Monarquía conjunta y pactista de los Austrias era un Estado con soberano, pero era una amalgama de reinos que no estaban realmente unificados y que dudo mucha que todos los reinos tuviesen una identidad española homogénea, aunque el concepto geográfico de España estaba muy arraigado y los estados europeos veían a los aragoneses, catalanes y castellanos como españoles, y eso que eran reinos diferentes, por lo que valida mi idea de que durante la historia de nuestro pais se han dado procesos de divergencias y convergencias y que en este caso dieron con la formación de la nación española, pero que también este proceso ha creado otras identidades que en algunos casos chocan con la identidad española.

    Para mi Ortega y Gasset no tiene la verdad absoluta, pero si estoy de acuerdo en lo que decía sobre la conllevancia, pero con matices, porque si apuesto por un Estado federal se debería aceptar que hay una única nación que nos une y que no debe haber chantajes ni ceder competencias para acallar, porque debe ser simétrico y no asimétrico, con igualdad y sin privilegios, y quien no quiera estar que se vaya, porque la identidad española dependan de la voluntad de los españoles que quieran serlo, y para mi las identidades son compatibles mientras no sean contradictorias.

    Yo me siento castellano, apuesto por la reunificación de Castilla en una comunidad autónoma y recuperar nuestra voz y peso dentro de la nacion española, y mi identidad castellana no es incompatible con la identidad española, pero en ciertas partes de España esas dobles identidades que antaño defendía Jovellanos si son incompatibles (por lo menos por lo que parece, es mayoritario) como en el caso vasco y catalán, que eso no significa que no haya catalanes que hablen su lengua española como es el catalán que además de sentirse catalanes se sientes españoles, y lo mismo digo para los vascos, pero si ese sentimiento doble aplicado e un Estado autonómico no hay hecho desaparecer la identidad española en la mayoría de los españoles, la culpa no sería nunca del federalismo, sino del separatismo que intentas separar la identidad española de la vasca y catalana.

    Para mi no todo es metahistoria, concepto de Hayden White, por cierto, sino historia a secas. Mi dentidad española no la baso desde tiempos medievales, sino como el transcurrir histórico que dio lugar a la formación de la nación española, pero como las naciones son inventos humanos y no productos de la metafísica, considero que es la voluntad de sus habitantes los que forjan que las identidades fructifiquen, y hoy en día España para avanzar fuerte debe actualizar su obsoleto Estado autonómico pseudo federal, es un Estado unido y federal consistente.

    Un saludo

    tercera parte

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    1. La identidad común de España está muy bien documentada desde la época romana, desde Séneca hasta Dion Casio (y su perseverancia en hablar de Hispanii sin diferenciar entre pueblos), hasta San Isidoro de Sevilla, pasando por las crónicas altomedievales o los documentos de las coronas de Aragón, Castilla y Portugal. Esa misma identidad se ha mantenido hasta la llegada del liberalismo y su prurito anticatólico. Desde entonces España y su existencia se ha puesto en duda, puesto que la catolicidad de la misma era una de las notas más fuertes de su existencia. En el siglo XX se trató de construir una identidad basada en la historia común y en la unidad política, pero la primera no es concluyente y la segunda es circunstancial, por lo que el sentimiento de identidad de la España liberal nunca ha terminado de construirse, de la misma manera que el sentimiento tradicional nunca se ha destruido por completo.
      El problema de Olivares es que pretendía pasar por encima de las cortes aragonesas, suspendiendo de facto sus fueros usando como excusa una necesidad en política internacional, y por eso fracasó. Los problemas de la Monarquía Hispánica no se habrían más que retrasado, puesto que el problema fue otro bien distinto, en ningún caso fue un problema de identidad.
      Casanova luchó en una guerra dinástica porque pensaba que la dinastía borbónica era una imposición extranjera que convertía a España en títere de otros (y no se equivocó). Efectivamente luchaba por lo mismo que el otro bando, que creía ver en el Borbón la mejor opción para España. Los dos bandos tenían claro qué era España y que todos pertenecían a ella, pero disentían sobre quién debía ceñirse la corona.
      La diferencia entre reinos y virreinos dentro de la monarquía hispánica no tuvo mayor trascendencia hasta que el centralismo identificó nación con estado: los vascos eran vascos sin desmedro de ser también españoles, pues ambas identidades no se excluían sino que se complementaban, como quién se siente orgulloso de vivir en Guindalera y, además, de ser madrileño. Esas identidades que tú identificas como divergentes existían desde su generación en la Reconquista pero, casualidad, solo comenzaron a dar problemas cuando el estado central borbónico decidió apretar las tuercas a todo el mundo (y no hablamos de América, pero allí pasó precisamente lo mismo).
      La identidad española no depende de la voluntad de los españoles, no al menos de una sola generación. El ser de España, lo que recibimos nosotros como tal e identificamos como sentimiento o adhesión intelectual, es un producto formado a lo largo de miles de generaciones y que ha ido creciendo conforme ha llegado a nosotros. En muchos aspectos nos obliga y nos condiciona, sin que podamos librarnos de él en ningún momento (ni siquiera cuando se decide rechazarlo). En nuestras manos no está el rechazarlo, pero sí lo que queramos dejar de nosotros en él.

      La identidad regional (Castilla, por ejemplo) y nacional no es incompatible (sino, creo yo, muy recomendable para un sano desarrollo intelectual de los individuos), salvo en los lugares donde el nacionalismo exacerbado pretende destruir una de ella. No es que haya ciertas regiones donde no se pueda ser español, sino que hay ciertos lugares donde el conjunto de nosotros es atacado con virulencia, igual que un cáncer. Pero, aunque los órganos afectados estén limitados, el enfermo es el conjunto de nosotros, España.
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      El separatismo no puede curarse con federalismo, que es lo que le acabaría por dar alas, como ya pasó dos veces durante las dos repúblicas. Para oponerse al separatismo hace falta acabar con el estado centralista que lo generó, recuperar el principado de Cataluña significa acabar con el separatismo, otorgarle un estado propio significa firmar su separación.
      La metahistoria no lo es todo (nunca he dicho eso, y considero un auténtico necio al que así piense), pero sí que es lo más importante dentro de los estudios historiográficos actuales. Lo que hoy llamaríamos “estudio de tendencias históricas”, que no es sino un análisis de las distintas filosofías que jalonan los trabajos históricos. Sin embargo, a pesar de la coincidencia del término, la metahistoria de White no es sino un lienzo en blanco donde escribir lo que cada uno crea más conveniente, como corresponde a la realidad ideológica del postmodernismo. En contraposición, lo que la historiografía tradicional católica ha visto más allá de lo material de la historia es lo espiritual, un mundo mucho más complejo con sus propias normas, diferenciadas y superiores al material. Creo yo que no cabría mayor diferencia, excepto, por supuesto, la negación positivista de dicho mundo, en un sentido y en otro.

      Un saludo.

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    3. Sigo diciendo lo mismo que he respondido en el otro comentario, España como nación es tardía como el rsto de naciones del mundo, pero el concepto nación como lo conocemos es distinto, muy distinto al de la Edad media y al de la Edad Moderna.

      Sobre los bandos, estoy de acuerdo contigo, luego ya el nacionalismo catalán se encargó de interpretarlo a su manera.

      El federalismo une, el centralismo además no consiguió lo que buscaba, que era unir, lo que separa es el separatismo y el complejo de los partidos estatales de no aceptar que España es una nacion plirucultural y plurilingue que unida es más fuerte.

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  11. Quería aclarar una cosa, yo respeto las ideas contrarias como cercanas y no considero que sean verdades absolutas pero si que tengan verdades en cuento se acercerquen a la relidad.

    Recuerdo en la carrera, en la asignatura de doctrinas políticas contemporaneas que había un estudiantes marxista radical, aunque para mi no era tal, sino un dogmático panfletario que se dedicaba a llevar la contraria al profesor sin ningñun debate dialéctico, que decía que porque lo dijera el no significaba que fuera así, lo que el le respondía que uno puede tener sus ideas, sean radicales o moderadas, pero siempre deberá contrastarlo con la realidad y saber si esas ideas son realmente aplicables a la realidad, lo que ocasionaba el malestar del alumno en cuestión, y en otra clase de otra asignatura pasó igual pero con un alumno de ideas más tradicionalistas, que decía que España era un concepto metafísico, eterno e inalterable y que el resto eran invenciones, y el profesor le respondió en idéntico parecido al del otro profesor, y es así como baso yo la confrontación de ideas y sé si son aplicables o no en la realidad, por lo que podrás hacerte una idea de lo que pienso yo de las tuyas, eso si, con todo respeto y sin personalizar.

    Un saludo.

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    1. Yo respeto a los contrarios, pero a sus ideas solo cuando son merecedoras de tal respeto. Para mí es la persona la única depositaria lícita de los derechos de cualquier clase. En cambio las ideas son subproductos humanos que pueden resultar beneficiosos o dañinos para el hombre, con lo que los promuevo o los combato según me guie mi razón, aunque siempre con la posibilidad de que mi juicio se equivoque.

      Así mismo si considero que una opinión pueda ser una verdad absoluta, siempre en la medida en la que se acerque a la Verdad en sí misma. Por ejemplo, la opinión “Matar es moralmente malo” es cierta, es una verdad. Es más, podría decirse que es una verdad absoluta, ya que podría ser considerada válida en todo momento y lugar. Sin embargo no se puede considerar esa opinión, que es verdad, como LA verdad, puesto que no abarca toda la casuística humana, natural ni epistemológica del concepto. En ese sentido alguien puede acceder a la verdad y proclamarla, pero nunca hacerse dueña de ella.

      Con respecto a la opinión del alumno tradicionalista he de decir que estoy de acuerdo con él, a pesar de que se equivoque: estoy de acuerdo en que España es un concepto metafísico, puesto que, como cualquier otra patria, es de índole espiritual. Pero está muy equivocado con respecto a la inalterabilidad y eternidad del mismo. Como un ente formado por hombres, nació, creció ( y crece), se reprodujo, puede volver a hacerlo e, indefectiblemente, morirá. Podemos discutir sobre el cuándo, pero, siendo tradicionalista, habría entendido que España jamás podría haber pasado del fin de los tiempos, y que habría perecido junto al resto de naciones que quedasen, caso de haber llegado tan lejos. Por eso creo que dicho compañero tuyo era tradicionalista más como pose estética o intelectual o por tradición familiar más que por reflexión intelectual, profunda o no.

      Un saludo.

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    2. Para mi España es un concepto político, pero es uns entimiento de identidad, como el sentimiento que tengo que es castellano, para mi España es mi nación, pero no me baso en la lengua y cultura, porque entonces Cataluña y País vasco son naciones y no lo discuto, pero juridicamente no lo son.

      Los austracistas exiliados apostaban por una monarquía federal, España no tiene otra via que hacer un federalismo fuerte y también basarlo en el rigor histórico, puesto que Castilla y la región leonesa deben tener sus comunidades autónomas propias.

      España para mi no es una unidad de destino en lo universal, es una nación producto de una evolución histórica como el resto de naciones y que quizás en el día de mañana pueda desaparecer o estar con menos gente, pero más unida, eso ya lo vivirán nuestros hijos, nietos y descendientes.

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  12. Cuando comprendais que España es un invento fallido de Nueva Castilla, tendreis mucho ganado. Luego os quejais de silbidos a melodias, trapos y monigotes

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  13. Muy interesante su vision de la historia de Espanna (sorry, English keyboard) y muy bien redactada aunque a mi juicio (Licenciado en Historia) sesgada y demasiado simplificada, aunque repito, con una redaccion excelente y una opinion muy clara y definida. Creo que es un error pensar que Espanna existia como entidad nacional, tal y como la entendemos hoy (un concepto de la Edad Moderna) es un error de base, muy corriente... Espanna, sin el Islam, es como un cuerpo humano, sin un pulmon, un rinnon, un brazo, una pierna, un ojo... Ya lo decia Americo Castro, contra las tesis arcaicas de Sanchez Albornoz... No se puede entender el concepto de Espanna, si solo consideramos la Espanna Cristiana, que es la que usted llama, repetidamente autentica, autoafirmando nuestro caracter excluidor, fruto del xenofobismo de los Reyes Catolicos. Algo que nos ha marcado de por vida y de todos los Tiranos autoritarios que nos han gobernado. Se olvida (no se si intencionadamente) del importantisimo y mayor, Legado Hebreo (el pueblo del libro). Quince siglos con nosotros, pues llegaron junto con los Fenicios y Griegos, antes que los Romanos. Los judios fueron expulsados junto con los Musulmanes (Una de las tragedias mas terribles, de las que fuimos protagonistas en la historia... No sale en la TV como las peliculas de NAZIS, pero es lo mismo) y la cultura tan grande y extensa que se masacro, para uniformizar a gusto del fanatismo de Isabel y el ansia Fernandina de unificar la Peninsula Iberica, absorbiendo Portugal en su momento y sofocando cualquier resquicio de Nacionalismo Catalan. Muy interesante su opinion, su articulo y su redaccion, pero precisamente, el caracter Intolerante y Excluyente, de las Tres Espannas, es lo que nos hara sucumbir... Yo, como historiador y docente, opino que las tres forman parte de la misma, porque las tres son una, como la Santa Trinidad... Infancia, Adolescencia y Madurez. Es simplemente, evolucion. A los espannoles nos cuesta mucho aceptar y tolerar las minorias, porque somos un pueblo de dictadores. Tenemos poca, poquisima cultura democratica. Somos un pais de muchos cojones y poco cerebro. Muy extremistas desde el seno familiar, Espanna o nos la pone dura o nos la trae floja, y eso para construir un futuro estable, por lo tanto pacifico, tiene que dejarnosla "morcillona" porque asi nos dara gustito y no nos comportaremos como el Cuadro de Goya (Lucha A Garrotazos) que es lo que verdaremente somos... Un pueblo muy garrulo y poco ilustrado. Perdimos dos oportunidades de cambiar en la historia: La primera, abandonando el Dios Catolico por el Protestante (que cobija, curiosamente, la Europa mas prospera y avanzada). La Segunda, La Invasion Napoleonica. Echamos al que deberiamos dejar entrar a saco, para que nos modernizara, aunque tarde, pero a tiempo de convertirnos en una Nacion Moderna, no el Paramo de Oprobio de Sennoritos y Curas, que es hasta dia de hoy, nuestro pais. La II Republica fue un intento de forzar ese cambio, pero claro, las Cinco Familias de Sennoritos que nos BoBernaban, no estaban por la labor, de conceder derechos a los campesinos y trabajadores... Lo que les interesaba era tener a muchos BoBones (Alfonso XIII paseandose en descapotable en un pais de Europa en pleno Siglo XX con el 80% de su poblacion analfabeta y bueno, ahora tenemos a Felipe VI por Ley de Cojones...)Por todas estas incongruencias y un profundo desconocimiento de nuestra historia, cosa que hace, que "cualquier persona", con unos conocimientos minimos (usted) pueda manipular, a todos sus lectores, me dan la triste certeza, de que nos volveremos a enfrentar en nuestros campos, valles y montes. Una triteza muy grande y como dira Larra, me duele escribir sobre Espanna, porque escribir sobre Ella, es morir de tristeza. Salud y Republica.

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    1. (1/3)

      Yo también soy licenciado en Historia y orientado a la docencia. Mis opiniones no están sesgadas y desde luego no son sencillas, aunque te agradezco que alabaras mi redacción. Tampoco soy el único que piensa así entre nuestro gremio: Maravall, Suarez, Cantera y otros (por citar a unos pocos) retrotraen España a mucho antes de los Reyes Católicos.

      La nación, como ya he explicado en comentarios anteriores, no es un concepto liberal, sino muy anterior. La novedad fue ligarla al estado, de forma que ahora muchos son incapaces de identificar a una nación si no tiene un estado que coincida con ella. Grecia fue una nación dividida en muchos estados, y Persia un gran estado que aglutinaba a varias naciones. España, como estado, nació con los Visigodos y fue unificada de nuevo por los Reyes Católicos. Como nación, surgió de forma definitiva con Recaredo y no ha dejado de existir hasta entonces. Los historiadores que a día de hoy denostan las figuras de los Reyes Católicos suelen ser viejos profesores ochenteros que siguen combatiendo los fantasmas de la educación franquista más que auténticos críticos en busca de la verdad.

      España es la entidad nacional (muy probablemente) más antigua de Europa. Poseía instituciones propias, una lengua común y diferenciada, sentido de unidad y conciencia de sí misma en fechas tan tempranas como el siglo VI. Cuando casi sucumbe ante los moros, el autor anónimo de la Continuatio Hispaniae se lamenta de la pérdida de España, y lo hace en términos inequívocamente supra geográficos, muy parecidos al anterior Laus Hispaniae de San Isidoro.

      Son las propias fuentes de aquella época, como nos muestra muy bien Santiago Cantera en su último ensayo, las que nos muestran la existencia de la conciencia hispana en el Reino Visigodo de Toledo.

      También es un error de base muy corriente posicionarse a favor de Américo Castro (como hacen gran parte de los periodistas y divulgadores legos) en lugar de con las mucho más fundamentadas tesis de Sánchez Albornoz. Yo he vivido la dicotomía de encontrar, en la facultad de historia de la UCM, la casi unanimidad de los medievalistas a favor de Albornoz, y unos cientos de metros más abajo, profesoras de literatura de periodismo alabando las ideas de Castro. Que seguro que serán más bonitas y acordes con los tiempos que corren, pero no por ello dejan de ser falsas. En este asunto, el presidente de la II república española en el exilio tenía toda la razón.

      El concepto de España no es tal, pues no es algo únicamente teórico que se pueda conocer a través de la simple abstracción, sino a través del profundo estudio de las fuentes escritas y de las realidades sociales políticas y religiosas de cada momento.

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  14. (2/3)

    España no puede entenderse sin la presencia musulmana, pero no por su aporte a una realidad a la que es totalmente ajena, sino como agente catalizador de la unidad, por oposición, en el momento de mayor debilidad de todas. Pues por todos los historiadores es sabido que los reinos cristianos compartían el ideal de Reconquista y expansión, incluso a siglos vista, y que la recuperación de tierras se hacía expulsando a los habitantes mahometanos y repoblando con cristianos del norte, al menos hasta que la demografía dijo basta.

    Tampoco me olvido del pueblo hebreo, pues por ellos llegó el cristianismo a España, así como la obsesión por la pureza racial (como demuestra el primer documento conocido de certificación de limpieza de sangre, emitido por un rabí en favor de un judío en la Barcelona del siglo IX). Por desgracia, el afán mutuo de exclusión les impidió hacer ningún aporte a la cultura hispana, más allá de sus juderías (nada reseñables arquitectónicamente) y alguna que otra excepción.

    Lo que sí aportaron fue una labor de zapa al cristianismo en los albores de la modernidad, hasta el punto de que fueron los propios judíos conversos (los auténticos), los que denunciaron y lideraron la persecución de los judaizantes. Los males que atajaron los Reyes Católicos con su expulsión (todo lo más, tardía, pues en otros países a su juicio más avanzados -protestantes- ya los habían expulsado hacía siglos) aparecen muy bien reseñados en la obra del hispanista francés Jean Dumont, que le recomiendo, pues no es de obligada lectura en las facultades.

    Como bien dijo Ramiro de Maeztu, el "eje diamantino" de los españoles es precisamente el contrario al suyo: España no sucumbirá porque hasta el que ha caído más bajo puede levantarse. Y no se envanecerá en la soberbia porque recordará que hasta el que está más alto puede caer. Adentrarse en el pensamiento del vasco-británico le vendría muy bien, ahora que se encuentra en el exilio.

    Los españoles no solo hemos tolerado las minorías, sino que las hemos protegido... cuando no significaban una amenaza para nosotros. Sefarad y Al-Andalus ocupaban el mismo espacio geográfico y demográfico que España, y solo podía quedar uno de ellos. Ni ellos ni nosotros éramos condescendientes con el enemigo, pues se trataba de sobrevivir. Y lo hicimos, y no solo construimos un gran imperio, sino que nos convertimos en la potencia civilizadora y de generación cultural más exitosa de la historia (con el permiso de Roma). No por nada el primer parlamento representativo del mundo no fue inglés, sino español, y nos sobraban cojones para conquistar medio mundo y cerebro para ordenarlo, para inventar ramas completamente nuevas del derecho, como Francisco de Vitoria, de ampliar la técnica humana hasta lo indecible, como hizo Jerónimo de Ayanz, o de obnubilar al mundo con nuestros Cervantes, Lopes y Calderones.

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    1. (3/3)

      Decía el Salmo "no eres ni frío ni caliente, así que te vomitaré". España nunca ha estado morcillona, porque ¿para qué? Te acomodas y te olvidas que las cosas de la vida que merecen la pena son duras y requieren de mucho esfuerzo. Si ahora nos hemos desinflado es porque no hemos dejado de darlo todo hasta la extenuación, e incluso ahora nuestras miserias (que las tenemos, a la par que nuestra falta de valores, nuestra clase política o nuestra acedia) son un serio recordatorio de lo que fuimos y, sobre todo, de lo que llegaremos a ser (D.M.) cuando nos recuperemos. Como dice la cita atribuida a Erasmus Darwing, España es la sabia Grecia, la imperial Roma, Inglaterra (y sus colonias) el corsario turco.

      Y si fuimos grandes fue precisamente por cometer esos dos grandes "errores" que nos atribuyes. Mientras el dios protestante quemaba en la hoguera a un tercio de la población lituana y creaba policías de la risa (para controlar que los habitantes no se rieran demasiado) en Ginebra, el Dios católico inauguraba universidades en América y Asia y nos regalaba a inquisidores como Alonso de Salazar y Frías.


      Fue cuando dejamos de creérnoslo cuando los hasta entonces depauperados protestantes hicieron florecer una industria y riquezas basadas en la explotación de otros pueblos. Y después llegó la revolución y el salvajismo jacobita, que quiso obligarnos a ser libres a base de expolios y violaciones, sin enterarse de que los españoles llevábamos siendo libres muchos siglos.

      La II República fue el último intento del internacionalismo de convertir España en un erial, en un páramo sin curas, sin fe, ni justicia, ni arte, ni hidalgos, ni esperanza. Ya lo avisó Largo Caballero cuando dijo que no creía ni en la democracia ni en la libertad, y se aseguró de que no quedara nada de aquello para disfrutarlo. Pues salud y república son términos contradictorios en este país, profundamente consciente de que su papel en el mundo no se limita a la mediocridad de los valores de la tricolor.

      Que Dios te guarde, Exiliado.

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  15. Una pregunta en que epoca o periodo pasó lo de las tres Españas?

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    1. Las tres Españas fueron la católica, que nación en torno al siglo VI, la liberal, nacida tras la guerra de Independencia (principios del siglo XIX) y la marxista o revolucionaria, que nació poco antes de la guerra civil; por lo que desde antes de la guerra civil a la actualidad.

      Un saludo.

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