Juan Torres López es catedrático de Economía Aplicada en la Universidad
de Sevilla y autor de casi una treintena de libros. Este breve artículo fue
publicado en El País a modo de colaboración y censurado poco después,
alegando que "contenía afirmaciones que este periódico considera inapropiadas". Por su interés lo reproducimos íntegro.
Es muy significativo que habitualmente se hable de “castigo” para
referirse a las medidas que Merkel y sus ministros imponen a los países
más afectados por la crisis.
Dicen a sus compatriotas que tienen que castigar nuestra
irresponsabilidad para que nuestro despilfarro y nuestras deudas no los
paguen ahora los alemanes. Pero el razonamiento es falso pues los
irresponsables no han sido los pueblos a los que Merkel se empeña en
castigar sino los bancos alemanes a quienes protege y los de otros
países a los que prestaron, ellos sí con irresponsabilidad, para obtener
ganancias multimillonarias.
Los grandes grupos económicos europeos consiguieron establecer un
modelo de unión monetaria muy imperfecto y asimétrico que enseguida
reprodujo y agrandó las desigualdades originales entre las economías que
la integraban. Además, gracias a su enorme capacidad inversora y al
gran poder de sus gobiernos las grandes compañías del norte lograron
quedarse con gran cantidad de empresas e incluso sectores enteros de los
países de la periferia, como España. Eso provocó grandes déficit
comerciales en éstos últimos y superávit sobre todo en Alemania y en
menor medida en otros países.
Paralelamente, las políticas de los sucesivos gobiernos alemanes
concentraron aún más la renta en la cima de la pirámide social, lo que
aumentó su ya alto nivel de ahorro. De 1998 a 2008 la riqueza del 10%
más rico de Alemania pasó del 45% al 53% del total, la del 40% siguiente
del 46% al 40% y la del 50% más pobre del 4% al 1%.
Esas circunstancias pusieron a disposición de los bancos alemanes
ingentes cantidades de dinero. Pero en lugar de dedicarlo a mejorar el
mercado interno alemán y la situación de los niveles de renta más bajos,
lo usaron (unos 704.000 millones de euros hasta 2009, según el Banco
Internacional de Pagos) para financiar la deuda de los bancos
irlandeses, la burbuja inmobiliaria española, el endeudamiento de las
empresas griegas o para especular, lo que hizo que la deuda privada en
la periferia europea se disparase y que los bancos alemanes se cargaran
de activos tóxicos (900.000 millones de euros en 2009).
Al estallar la crisis se resintieron gravemente pero consiguieron que
su insolvencia, en lugar de manifestarse como el resultado de su gran
imprudencia e irresponsabilidad (a la que nunca se refiere Merkel), se
presentara como el resultado del despilfarro y de la deuda pública de
los países donde estaban los bancos a quienes habían prestado. Los
alemanes retiraron rápidamente su dinero de estos países, pero la deuda
quedaba en los balances de los bancos deudores. Merkel se erigió en la
defensora de los banqueros alemanes y para ayudarles puso en marcha dos
estrategias. Una, los rescates, que vendieron como si estuvieran
dirigidos a salvar a los países, pero que en realidad consisten en darle
a los gobiernos dinero en préstamos que pagan los pueblos para
traspasarlo a los bancos nacionales para que éstos se recuperen cuanto
antes y paguen enseguida a los alemanes. Otra, impedir que el BCE
cortase de raíz los ataques especulativos contra la deuda de la
periferia para que al subir las primas de riesgo de los demás bajara el
coste con que se financia Alemania.
Merkel, como Hitler, ha declarado la guerra al resto de Europa, ahora
para garantizarse su espacio vital económico. Nos castiga para proteger
a sus grandes empresas y bancos y también para ocultar ante su
electorado la vergüenza de un modelo que ha hecho que el nivel de
pobreza en su país sea el más alto de los últimos 20 años, que el 25% de
sus empleados gane menos de 9,15 euros/hora, o que a la mitad de su
población le corresponda, como he dicho, un miserable 1% de toda la
riqueza nacional.
La tragedia es la enorme connivencia entre los intereses financieros
paneuropeos que dominan a nuestros gobiernos, y que estos, en lugar de
defendernos con patriotismo y dignidad, nos traicionen para actuar como
meras comparsas de Merkel.
Juan Torres López
Mi compinche me hablo muy bien de esta pagina. De verdad esta bien hecha.
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